MIGUEL BAZDRESCH PARADA
Sin duda la violencia es un fenómeno
presente en nuestra vida de todos los días. Los periódicos a diario nos dan
noticias de hechos violentos, homicidios, robos, secuestros y otros. Es probable
que quienes lean esta nota, o sus familiares cercanos, hayan enfrentado algún
episodio de violencia en los meses recientes. La violencia es una compañera
incómoda e inquietante de nuestro diario vivir en Jalisco y en Guadalajara
.
La escuela no escapa de esta situación.
También en esta institución tan querida por todos sufre en su interior la
presencia de sucesos violentos, a veces graves. Un ejemplo es el bulling. Con esa palabra del idioma
inglés se hace referencia al acoso entre pares. Los jóvenes y los niños son
víctimas de acoso dentro de la escuela por parte de algún compañero o
compañera. Los padres y las madres se angustian porque ese acoso rebasa ciertos
límites tolerables. Desde luego los estudiantes que lo sufren también se
angustian. Los docentes y directivos se muestran sorprendidos por este acoso
entre los estudiantes y en ocasiones se convierten en víctimas de amenazas,
insultos verbales y hasta daño físico en su persona o en sus cosas. Y sin duda también
existen conductas de acoso de los y las docentes hacia estudiantes.
El
acoso es una conducta violenta (burlas, apodos hirientes, palabras hirientes
por el aspecto físico del compañero, escarnio por algún defecto o discapacidad
física, imposturas, chantaje o amenazas
con armas o no) hacia un compañero o grupo de compañeros, reiterada, incesante
y creciente. Es
realizada en momentos en los cuales hay otros estudiantes o docentes como espectadores.
El acoso sucede en público para que los espectadores se den cuenta y reciban el
mensaje de la “fuerza” del acosador y se identifiquen con la “fragilidad” de la
víctima y se den cuenta que son víctimas potenciales del acosador. El acoso no
es una burla ocasional, o unas palabras altisonantes de vez en cuando. Tampoco
es acoso el leguaje típico entre compañeros o entre jóvenes, en el cual se
“pone de moda” usar palabras que, usadas fuera de la escuela, los mayores
escuchamos como faltas al respeto. Las mediciones más recientes de las
percepciones de los alumnos indican que en Jalisco cerca de la mitad de los
estudiantes han sido o son víctimas de alguna clase de acoso. Aquí está lo
inquietante.
El acoso proviene del descontrol de las
emociones y los sentimientos. Es una señal de la baja o muy baja capacidad de
los estudiantes, y también de sus educadores, de entender, manejar y encauzar
las emociones y sentimientos que se les suscitan en su persona. Así como vemos
a un tenista, por ejemplo, destrozar su raqueta por el enojo de fallar una
jugada clave, así un joven explota ante una nimiedad porque carga en él enojos,
corajes, resentimientos y aun daños emocionales graves.
Cualquier pretexto es
causa de ese desahogo descontrolado. Y dirigirlo contra un compañero que se
somete a esa violencia causa el efecto de poder: El descontrol me da poder
sobre otros. Esa “satisfacción” encubre la incapacidad para identificar y manejar
el enojo y el descontrol. Contener y prevenir el acoso pide habilitar y formar
a los estudiantes para identificar, manejar y controlar las emociones y
sentimientos.
Esa labor implica a la escuela y sobre
todo a la familia y a la sociedad en su conjunto.