lunes, 7 de marzo de 2016

ACOSO EN LA ESCUELA.





MIGUEL BAZDRESCH PARADA

Sin duda la violencia es un fenómeno presente en nuestra vida de todos los días. Los periódicos a diario nos dan noticias de hechos violentos, homicidios, robos, secuestros y otros. Es probable que quienes lean esta nota, o sus familiares cercanos, hayan enfrentado algún episodio de violencia en los meses recientes. La violencia es una compañera incómoda e inquietante de nuestro diario vivir en Jalisco y en Guadalajara
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       La escuela no escapa de esta situación. También en esta institución tan querida por todos sufre en su interior la presencia de sucesos violentos, a veces graves. Un ejemplo es el bulling. Con esa palabra del idioma inglés se hace referencia al acoso entre pares. Los jóvenes y los niños son víctimas de acoso dentro de la escuela por parte de algún compañero o compañera. Los padres y las madres se angustian porque ese acoso rebasa ciertos límites tolerables. Desde luego los estudiantes que lo sufren también se angustian. Los docentes y directivos se muestran sorprendidos por este acoso entre los estudiantes y en ocasiones se convierten en víctimas de amenazas, insultos verbales y hasta daño físico en su persona o en sus cosas. Y sin duda también existen conductas de acoso de los y las docentes hacia estudiantes.

      El acoso es una conducta violenta (burlas, apodos hirientes, palabras hirientes por el aspecto físico del compañero, escarnio por algún defecto o discapacidad física,  imposturas, chantaje o amenazas con armas o no) hacia un compañero o grupo de compañeros, reiterada, incesante y creciente.  Es realizada en momentos en los cuales hay otros estudiantes o docentes como espectadores. El acoso sucede en público para que los espectadores se den cuenta y reciban el mensaje de la “fuerza” del acosador y se identifiquen con la “fragilidad” de la víctima y se den cuenta que son víctimas potenciales del acosador. El acoso no es una burla ocasional, o unas palabras altisonantes de vez en cuando. Tampoco es acoso el leguaje típico entre compañeros o entre jóvenes, en el cual se “pone de moda” usar palabras que, usadas fuera de la escuela, los mayores escuchamos como faltas al respeto. Las mediciones más recientes de las percepciones de los alumnos indican que en Jalisco cerca de la mitad de los estudiantes han sido o son víctimas de alguna clase de acoso. Aquí está lo inquietante.

      El acoso proviene del descontrol de las emociones y los sentimientos. Es una señal de la baja o muy baja capacidad de los estudiantes, y también de sus educadores, de entender, manejar y encauzar las emociones y sentimientos que se les suscitan en su persona. Así como vemos a un tenista, por ejemplo, destrozar su raqueta por el enojo de fallar una jugada clave, así un joven explota ante una nimiedad porque carga en él enojos, corajes, resentimientos y aun daños emocionales graves. 

     Cualquier pretexto es causa de ese desahogo descontrolado. Y dirigirlo contra un compañero que se somete a esa violencia causa el efecto de poder: El descontrol me da poder sobre otros. Esa “satisfacción” encubre la incapacidad para identificar y manejar el enojo y el descontrol. Contener y prevenir el acoso pide habilitar y formar a los estudiantes para identificar, manejar y controlar las emociones y sentimientos.

       Esa labor implica a la escuela y sobre todo a la familia y a la sociedad en su conjunto.

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